A pesar de que se nos ha dicho que la duración de la vida, y muchas enfermedades están genéticamente programadas ( y en un pequeño porcentaje, efectivamente así sucede), cada vez los científicos encuentran más pruebas de que las opciones que tomamos respecto a nuestra manera de vivir….es decir, nuestros hábitos de salud, pueden interaccionar con la genética para determinar no sólo nuestras enfermedades ( o la ausencia de ellas), sino también nuestra calidad de vida.

El Dr Claude Lagarde, gran experto en nutrición ortomolecular o Nutrición Celular Activa, dice que: “en un entorno idóneo, con una alimentación adecuada y una buena herencia constitucional, deberíamos vivir hasta los ciento veinte años”.

NO vamos a entrar a discutir en qué tipo de alimentación o “dieta” (término que debería caer en desuso en favor de “pauta de alimentación”, puesto que tenemos tendencia a equiparar el término “dieta” con “pautas bajas en calorías para perder peso”) es la más adecuada en términos generales, puesto que no es el objeto de esta publicación ni creo personalmente que exista la “dieta perfecta”.

Cada persona dependiendo de: su constitución, su metabolismo, el estado de su pared intestinal, la medicación que esté tomando para sus diversas patologías, sus gustos, su entorno, sus horarios, e incluso su genética, necesitará una alimentación diferente para encontrarse bien .

Los profesionales que nos dedicamos a la nutrición, no sólo desde el punto de vista del control del peso corporal, sino de la salud entendida como “ausencia de enfermedad”, empleamos los alimentos como medicina ( “que tus alimentos sean tu medicina”), y , a la hora de recomendar unas pautas dietéticas particulares, deberíamos tener en cuenta todos estos factores mencionados en el párrafo anterior.

No obstante, y fruto de la investigación y de la práctica clínica de muchos médicos y terapeutas, sabemos que el origen de un grupo muy importante de enfermedades lo constituye la alimentación moderna, inadecuada para nuestro organismo. Según el Dr Seignalet (“La alimentación, la tercera medicina”), el intestino delgado es la vía de entrada más importante de numerosos tóxicos perjudiciales para el ser humano, particularmente a través de la alimentación.

Aunque la medicina “oficial” no le conceda (aún) a la nutrición terapéutica el papel que se merece, somos muchos los médicos y científicos que compartimos esta visión de la salud, algunos , como la Dra Kousmine, han dedicado sus vidas a demostrar la relación directa entre la enfermedad y los malos hábitos de alimentación.

Así, patologías como: Fibromialgia, artritis reumatoide, psoriasis, esclerosis múltiple, Diabetes, hipertensión, enfermedad inflamatoria intestinal, enfermedades neurológicas o degenerativas…pueden tener un gran apoyo en las modificaciones dietéticas como herramienta terapéutica.

Por desgracia, muchas veces acudes al médico y casi nunca te da una orientación mínimamente eficiente sobre qué se debe comer y cómo hacerlo para tratar la enfermedad…como mucho, saca una página de un cajón con una dieta que alguien más elaboró de tantas calorías, y se la entrega al interesado…y YA.

La razón de ello está porque no nos han explicado durante nuestra formación que la alimentación y la nutrición tiene un papel no solo relevante sino fundamental en la prevención Y en el tratamiento de las enfermedades.

Esto es debido a que la formación “ortodoxa” se basa en un paradigma muy antiguo donde lo más importante es el enfoque sobre la enfermedad y no sobre la salud. Y, curiosamente, la medicina no está reaccionando ante la creciente demanda de la población de información y conocimientos en nutrición y alimentación.

La dieta que yo llamo “antiinflamatoria” , no sólo ayuda a bajar de peso, que también, sino a mejorar la salud de manera global: a mejorar el sistema inmune, a que no duelan las articulaciones y detener el progreso de la artrosis y la osteoporosis, que funcione mejor el intestino, a prevenir enfermedades cardiovasculares como los infartos, y que sus neuronas funcionen bien toda la vida.

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